Como en el Desembarco de Normandía, cuyo
cabo de año celebramos, Steven Spileberg se empeñó en "Salvar al Soldado
Ryan", así quiero hoy contarles una película que ojalá no tenga final
triste: "Salvar al Magnolio de la Catedral". Verán ustedes. Estamos
en la parte más honda y lírica de la primavera de Sevilla, que para algunos no
es la de los naranjos en flor y los poetastros desparramando versos malos sobre
la Semana Santa. En esta parte de la primavera no hay más cofradías que las
mesas de cocina convertidas por los niños en ilusiones en forma de cruces de
mayo. Es tiempo de carretas por ambas orillas camino del Rocío. Esta parte de
la honda y verdadera primavera de Sevilla es la del Pentecostès florido. Cuando
ya ha florecido la jacaranda y la buganvilla. Cuando la tipuana está en flor,
escoltando al río a lo largo del Paseo Colón y alfombrando con sus petaladas
amarillas las procesiones de gloria o a Su Divina Majestad bajo el palio
sacramental de un cumplimiento pascual de cera roja, carráncanos y chaqués. Y
es ahora cuando florecen los magnolios. Los magnolios son los seises de estos
árboles florales de Sevilla. Ofrecen la blancura eucarística de sus flores como
de Custodia y Tantum Ergo cuando saben que van a bailar los seises y por la
puerta de San Miguel va a salir la Custodia de Arfe el de la calle Arfe, que
como El Pali y Ángela la Calentera también era del Postigo.
Los cernudianos saben que el magnolio es
su árbol y la magnolia su flor. Un mármol recuerda al salir del recodo del
revellín del callejón de la Judería, en la tapia de la casa de los Condes de
Luna, dónde asomaba su belleza aquel inmortal magnolio de "Ocnos",
que aún florece en las páginas de la mejor declaración de amor a Sevilla, del
mejor largo poema en prosa de toda la literatura española del siglo XX. Hay
avenidas que son un homenaje al magnolio, como la de Rodríguez Caso en el
Parque, con los monumentales ejemplares que van desde los Marineros Voluntarios
a la Plaza de España. En la Casa de Pilatos está el magnolio más alto y más
antiguo de Sevilla, buscando el cielo y buscando la luz...
...Y hay un solitario magnolio que es
como un homenaje a Cernuda, y del que he escrito muchas veces. Le oí al ya
citado Pali llamarlo "el magnolio del Alfolí". El Alfolí era como los
antiguos del barrio llamaban a lo que ahora es Correos, entre la Avenida,
Almirantazgo y Tomás de Ibarra. Allí, junto al Postigo, estaba el Alfolí de la
Sal, el estanco de las rentas de la sal. Y en recuerdo del Alfolí de la esquina
opuesta así llamaba Palacios a este magnolio solitario de la esquina de la
Catedral con la Casa Lonja y Correos. No crean que es tan antiguo. Yo lo he
visto crecer. Vi cómo una vez colocaron bajo sus ramas la estatua del Martínez
Montañés, que quitaron del Salvador...¡para que pudieran aparcar más coches! Y
la colla flamenca del Gran Simón, El Gringo, Manolito Rubio y Gutiérrez
cantaban en el tablao de La Cochera una letrilla con música chirigotera del
salamalecún de Paco Alba: "A Martínez Montañés/del Salvador lo han
quitao/y frente a los meaeros/que hay en Correos/ lo han colocado".
Se llevaron a Martínez Montañés de vuelta
al Salvador y quisieron poner allí el bronce de Juan Pablo II. Y el magnolio
siguió en su esquina. Pero este año, ay, apenas está dando flores. El magnolio
de la Catedral está enfermo, espelechando como un perro callejero sarnoso. Sus
hojas han perdido el brillo y las ramas su poderío. Se le ve seco. Apenas ha
dado magnolias. ¿Quién riega el magnolio? ¿Lo riegan acaso? ¿Está enfermo este
magnolio monumental o es que la indolencia municipal de la ciudad arboricida lo
ha dejado secar? Se libró de la tala de árboles que Monteseirín hizo en la Avenida
para su dichoso tranvía, pero no del abandono y el olvido. Yo creo que ni las
dos flamencas que bailan para los turistas bajo su sombra se han enterado de
que hay que salvar al magnolio de la Catedral. ¿El concejal de Parques y
Jardines dice usted? Ese, menos todavía, ¿usted no ve cómo tiene al pobre
magnolio? Yo creo que ese señor ni sabe qué significan los magnolios en la
Sevilla del ruiseñor sobre la piedra del atardecer en la Catedral de Luis
Cernuda.
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