Del Quijote acá, Sevilla se ha llenado,
especialmente en el siglo XX y en lo que llevamos del XXI, de Caballeros del
Bosque que vencen cada día a la Giganta.
Cuando se habla de la que hasta ahora ha
sido la Torre Mayor de Sevilla, está más visto que el tebeo citar lo que
Cervantes, que se conocía el paño de nuestra tierra, hace decir al Caballero
del Bosque antes de enfrentarse a Don Quijote en el capítulo XIV de la segunda
parte de la novela del Ingenioso Hidalgo, manchego como Pedro Almodóvar, pero
en mejor: manchego como el tinto de Morales o el queso de Trifón: "Una vez
me mandó que fuese a desafiar a aquella famosa Giganta de Sevilla llamada la
Giralda, que es tan valiente y fuerte como hecha de bronce, y sin mudarse de un
lugar es la más movible y voltaria mujer del mundo. Llegué, víla y vencíla, y
hícela estar queda y a raya, porque en más de una semana no soplaron sino
vientos nortes."
Del Quijote acá, Sevilla se ha llenado,
especialmente en el siglo XX y en lo que llevamos del XXI, de Caballeros del
Bosque que vencen cada día a la Giganta. Primero fue Caballero del Bosque nada
menos que Aníbal González, que desafió a la Giganta en la Plaza de España, con
sus dos torres gemelas que a Sevilla le parecieron, como suele ocurrir,
pressssiosas, y que no contaron con más oposición que la de mi maestro don
Manuel Halcón en "El Liberal" y de las primeras miradas de Romero
Murube a los cielos que entonces empezamos a perder.
No quedaron ahí los desafiantes
Caballeros del Bosque. Igual que para Juan Ramón Jiménez "vino primero
pura, vestida de inocencia", vino después poderoso, vestido de soberbia y
descargado de toda razón, el alcalde Monteseirín disfrazado de Caballero del
Bosque, quien desafió a la Giganta. Llegó, vióla y venció, plantificando en La
Encarnación las tan malhadadas como costosísimas e inútiles Setas, que cada vez
que salgo de la calle Dados y me doy de cara con ellas, exclamo como la
chirigota de Los Borrachos ante el cartel de Alberti:
– ¿Pero qué carajo es esto, Dios mío de
mi alma?
Y como tampoco nadie le dijo nada al
Caballero del Bosque cuando venció a la Giganta, nadie se opuso a esa
mamarrachada que en La Encarnación sigue sirviendo para lo mismo que el día que
la inauguraron: para absolutamente nada. --PUNTOAPARTE--
Y no quedó ahí la cosa. Pues vino después
un pulido y abrillantado Caballero del Bosque (no Verde ni de Hacendado) que
abundosos hallares catalanes manejaba y sigue manejando, y que manda en Sevilla
bastante más que el mismísimo alcalde, por la cantidad de bocas que con tales
caudales calla y por las voluntades que con ellos compra. Y desafió a la
Giganta atreviéndiose a hacer una torre más alta que ella, como un ángel
rebelde al que nadie expulsara del paraíso, sino al contrario, pues todos le
bailan el agua y le ponen la mano, con tan escasas como honrosas excepciones:
léase Adepa. Y no contento con vencerla en los cielos definitivamente perdidos,
atrevióse a llamarla "Torre Sevilla", en lugar del mote de
"Pelli", por el nombre del autor material crimen con que todos la
conocían, sacándola de pila con la gracia por la que hasta entonces únicamente
a la Giganta en la ciudad se conocía.
Y ya puestos en el desafiante gigantismo
para nada, hay ahora otro Caballero del Bosque de cuyo nombre no me da la gana
de acordarme, que en la Sevilla que debía haber reconstruido en su cota
original las Atarazanas del Rey como el mejor Pabellón de la Navegación cuando
con la Expo la ciudad entera volvióse loca, intenta ahora, con los mismos
mentados caudales del Condado de Barcelona, hacer en el mejor cahíz Gigantismo
Horizontal, con una especie de Setas de la Encarnación en pleno Arenal de
Sevilla y olé, Torre del Oro. Que está allí al lado.
¿Y saben ustedes una cosa? Que esto es lo que hay,
y que ya no toman por locos a los del "fagamos una obra tal", sino a
los cuatro gatos que nos oponemos a que las fagan. (Y gracias por la felina
cita en su artículo de antier, Micer Robles, donde a vuesarced se le fue la
mano). Habré de decir, finalmente, cuáles somos esos cuatro gatos que no
queremos ser cómplices de la cotidiana derrota de la Giganta: Servidor, Remo,
Rómulo y Romano.