lunes, 1 de febrero de 2016

Monumentitis



 ¿Qué más monumento queremos que Sevilla misma?

Usted habrá escuchado muchas veces la más que acertada frase del humanista Santiago Amón, que todos repiten sin citar a su autor: "En España no cabe un tonto más". Aplicada a Sevilla...

–Pues aplicada a Sevilla es que la ciudad está chorreando tontos hace una jartá de años. Aquí no caben los tontos desde tiempos del Rege Carolo. Con decirle a usted que en Sevilla hasta hay listas de espera para que cuando la palme uno de los siete mil millones de tontos que hay pueda otro ocupar su plaza libre...

Sí, aquí en Sevilla hay, como saben, tontos con balcones a la calle. Y tontos con ático retranqueado, que dice Carlos Navarro Antolín. Y tontos desde que sus padres eran novios. Y tontos con carné. Aparte de los "Tontos de capirote" famosos que catalogó e inventarió Micer Francisco Robles. Que es por cierto un libro que debería tener tapas con anillas de argolla para irle añadiendo capítulos conforme vayan los tontos saliendo de detrás de la mata: el tonto de la filtración del cartel, el tonto de la exposición del Mercantil, el tonto de los problemas del Martes Santo, el tonto partidario de Amigo Vallejo...

Aplicada a Sevilla, pues, la frase no es "En Sevilla no cabe un tonto más", ya que ha tiempo que tenemos puesto en la taquilla el cartel de "No hay localidades para tontos". Debe ser: "En Sevilla no cabe un monumento más". Porque existe, en efecto, el Tonto del Monumento, el tío que cuando se emperra en levantar un monumento a algo o a alguien, no para hasta que descubren el correspondiente bronce, estropeando muchas veces un paseo precioso o una calle bien linda. Como se celebra el LXXV aniversario de la muerte de Antonio Machado en Colliure, me temo que estamos amenazados con monumento al autor de la saeta que todos los frikikofrades creen que es de Serrat. Vecinos de la calle Dueñas pidieron al alcalde hace poco lo que todos los barrios, incluido ese abandonado barrio interior que dice Juan Ruesga que es el centro: que adecentaran y arreglaran aquello. Y Zoido les dijo que ya lo tenían pensado, y que delante de la Casa de las Dueñas iban a poner... ¿A que no sabe usted qué? ¡Un monumento! A Antonio Machado. Cuando Machado tiene ya allí no uno, sino dos recuerdos: el azulejo que hay dentro, en el patio, con el verso del limonero y el otro que hay fuera, en la tapia, colocado en tiempos de otro alcalde que quiso ponerse moños a costa del autor de "Los Complementarios" (¡toma ya cita rara de Machado!). ¿Un monumento a Machado delante de la Casa de las Dueñas? ¿Qué mejor monumento que su recuerdo en la propia Casa de las Dueñas, la delectación en la evocación de su infancia sevillana, el krausismo de la familia, Demófilo, la madre trianera, los delfines por el puente de Triana, la Universidad Literaria de la calle Laraña, el patio, el limonero y la tragedia final de una vida con composición en anillo, que acaba en "estos días azules y este sol de mi infancia"? Además, que como Sevilla es como es, si plantifican un broncíneo Machado ante la Casa de las Dueñas, puede que los cocheros les expliquen a los turistas al pasar por allí como lo de Pilatos en su Casa:

–Y aquí está la estatua de Antonio Machado porque como al hombre le gustaba tanto Sevilla, todos los años lo invitaba Cayetana, la Duquesa de Alba, a que viniera a pasar la Semana Santa y la Feria aquí a la Casa de las Dueñas, gratis total.

A Aníbal González le pusieron un monumento (horroroso) delante de la Plaza de España. Cuando el monumento estaba ya allí: ¿qué mejor homenaje a Aníbal que la propia Plaza de España? Ahora, para hacerse alguien un foto inaugurándolo, quieren hacer un monumento a Le Forestier en el Parque de María Luisa que diseñó. ¿Qué mejor homenaje a Forestier que el propio Parque, que tenerlo cuidado y sacado de brillo y a salvo de salvajes? Llego a la conclusión de que la monumentitis es una enfermedad propia de las ciudades del Sur que han perdido el Norte. Por favor, ya que no para usted la máquina de estrechar calles y quitar aparcamientos, pare usted por lo menos la máquina de poner monumentos, Don Zoido. ¿Qué más monumento queremos que Sevilla misma?